lunes, 24 de octubre de 2011

Goddamit!!

¡Pero que endemoniado demonio de todos los demonios congelados en el infierno de agosto ni que gaitas! Lo que te pasa, amigo, es que estás muerto.

La frase cayó en su cabeza con fuerza. Hizo algo así como un PLOP al llegar al fondo de su mente, y bajó la vista a sus manos.
-No parezco muerto-dijo.-Nada muerto.-prosiguió.- De hecho, me encuentro muy bien.¡Creo que se me han curado los pulmones!
El chiquillo le miró bajo su gorra de lana, con una mirada un par de décadas más vieja de la que debería ser capaz de poner en sus ojos.
-Mira, se que esto es muy raro, que estás en shock, o algo así.-le puso una mano en el hombro mientras hablaba, invitándole a pasear por la extraña plaza.- ¡Incluso estoy dispuesto a creer que eres listo! ¡Inteligente, aventuraría! Es todo el royo ese de la pérdida de materia, lo sé.
El ladrón se dio cuenta de lo que el chico daba a entender. Sí, claro que lo entendía. Era un burdo intento por distraerle y quitarle la cartera por detrás. Pero ¡ay del que lo intentase! Él se había estado ganando la vida durante AÑOS con ese método. Ahora no iba a ir un niñato de suburbio a ganarle, ¿no?

Y mientras tales ideas bailaban en destellantes zig-zags por su alargada cabeza, su verdadera cabeza pasaba bajo el arco de la plaza, para poder ver el cielo. Ese arco es conocido como el arco de Me Cago En Dios, dada la asiduidad al uso de esa frase, en ese lugar. Pero nuestro aguerrido ladrón era... bueno, aguerrido, así que simplemente enmudeció.

Sobre su cabeza ya no había techo, ni cielo. Tan solo una curba e infinita pared de fuego y humo, tan aterradora como puedas imaginar, y no sólo por si misma, era aterradora en dimensiones que no podemos ni observar. Y claro, luego estaba el horrendo rostro de la criatura que los vigilaba y los miraba a todos con fiero interés. Desmond no estaba seguro de si era el rostro de Satán o el de Dios, y no pensaba preguntarlo. Estaba centrando sus enormes ojos en él, y abrió la boca, para hablar.

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